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Aquí os dejo una muestra de lo que voy escribiendo. Muchas obras se desarrollan en el espacio rural de la provincia de Álava, aunque aparecen otros lugares como Jaén o Madrid. Cuando vuelvo al pueblo, a veces me siento como un turista, pero estoy permanentemente, a pesar de que ese universo cambia constantemente. Lo mismo que yo: hoy no soy lo que fui, ni soy lo que seré.

Los gatos de don Luis

Los gatos de don Luis


Cuando se tomaron medidas drásticas contra los gatos de don Luis, habían llegado a constituir un serio problema en el pueblo. Comenzaron siendo una pequeña molestia para el vecindario del barrio de Arriba, porque hacían sus necesidades por todas partes, especialmente en las huertas y jardines, y, sobre todo, en los montones de arena en donde jugaban los niños, que acababan con las manos y la ropa pringadas de excrementos de felino. Lo de las huertas y jardines fue tolerado porque, a pesar de que excavaran agujeros por todas partes, no dejaban de aportar un beneficio a las plantas en forma de abono orgánico. El problema serio empezó cuando Asun, cuarentona de celebérrimo mal carácter, descubrió que su hija Marta, que jugaba en uno de los mencionados promontorios de arena con otros niños de su edad, estaba masticando una pasta grisácea y sujetaba en su mano derecha nuevas provisiones de pequeños flamenquines digeridos y enarenados. Eso ya no se podía tolerar. Sobre la marcha, se constituyó una pequeña asamblea, formada por las madres pico de oro de los pequeños juguetones, y se encaminaron a casa de don Luis, a quien, enérgica y formalmente, presentaron su queja.
Pero eso no fue más que el pricipio del desastre. Debía de haber en su jardín unos cincuenta gatos y sabía que la solución era muy difícil: quizás la única que quedaba era la del sicario. No obstante, decidió darse un poco más de tiempo para seguir reflexionando sobre el tema, pero las gatas preñadas parieron, las otras gatas se quedaron embarazadas y tuvieron descendencia, y lo mismo ocurrió con las hijas de todas ellas. Así que, casi sin que él se diera cuenta (a consecuencia de tan dilatada reflexión), llegó un momento en que los felinos invadieron no sólo el barrio de Arriba, sino que formaron nuevas colonias en la piscina, en los pajares y almaceces del barrio de Triana, y (en el barrio de Abajo) en la abandonada casa del veterinario y en la inusitada bolera. Se metían en las casas de los vecinos para robar comida y corrían de aquí para allá como invasores enloquecidos. Trataban de establecer nuevos emporios en los jardines de los chalets que solamente estaban habitados los fines de semana y, por las noches, se reunían en orquestas desafinadas que no dejaban dormir a los habitantes y que asustaban a los niños.
Durante los meses que duró su difícil cavilación, don Luis fue víctima de reiteradas protestas de Asun y de sus comadres, quienes, a la vista de los pocos frutos que daban sus planteamientos verbales, presentaron sendas denuncias en el Ayuntamiento y en el Juzgado de Paz del Municipio. Él podía haber tomado una decisión inmediata ante la alarma social que se había producido, pero no quiso hacerlo, porque doblegarse a la arrogancia con que le acosaban las madres de famila le parecía humillante y prefirió continuar con sus dudas, que llegaron a convertirse en un ofuscamiento empecinado y sin salida.
Era verdad que el pueblo estaba lleno de gatos por su culpa. Bien lo veía él todas las mañanas cuando cogía su coche para ir al centro de salud donde trabajaba. Estaba obligado a abrir la tapa del motor y comprobar que no hubiera ninguno dentro, no fuera que al ponerlo en funcionamiento las correas hicieran una escabechina de carne gatuna. Tenía que salir muy despacio hasta la verja de su jardín y luego enfilar la carretera con precaución porque siempre se le atravesaban tres o cuatro. ¡Pobrecillos! Muchas mañanas se veía alguno muerto atropellado por algún conductor desaprensivo.
Cuando se tomaron medidas drásticas contra los gatos de don Luis, éste no estaba en Basques. Se encontraba en el pueblo de al lado pasando consulta. Todos pensaron que era mejor así, todos sabían que él prefería no verlo. Todos creyeron que era más conveniente tener alguna consideración con él, que a fin de cuentas era médico (aunque no lo fuera del propio Basques) y buena persona (aunque un poco pendenciero y liante).

Esto sólo es el principio. Si quieres seguir jeyendo, puedes pedirme el resto por e-mail.

Nací en Vitoria. Empecé a escribir pronto. Continué dando recitales poéticos en los sitios más insospechados de Madrid. Después de tres poemarios, dejé la poesía: a casi nadie le interesaba. ¿Cuántos lectores de poesía hay en este país? Escribí algunos relatos. Luego terminé Filología Francesa, hice oposiciones a profesor de Instituto y viví en varios lugares de Andalucía y de Francia.

Se me ocurrió que de mayor querría ser abogado. Hice Derecho, pero cuando lo terminé, cambié de opinión. Había descubierto que la igualdad entre Derecho y Justicia es una de las grandes falsedades a que la humanidad está sometida. Nuevamente quise ser escritor y me puse a ello de nuevo.

He participado en múltiples actividades de todo tipo (demasiadas y demasiado heterogéneas), entre ellas he dirigido (y dirijo) revistas de centros de enseñanza ( La Revista Palabra, Artejaén ).

Me gano la vida como profesor de Francés de la Escuela de Arte "José Nogué" de Jaén. También doy clases en la UNED.

Ponte en contacto conmigo: orruorru@gmail.com