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Aquí os dejo una muestra de lo que voy escribiendo. Muchas obras se desarrollan en el espacio rural de la provincia de Álava, aunque aparecen otros lugares como Jaén o Madrid. Cuando vuelvo al pueblo, a veces me siento como un turista, pero estoy permanentemente, a pesar de que ese universo cambia constantemente. Lo mismo que yo: hoy no soy lo que fui, ni soy lo que seré.

Buruaga

BURUAGA

Realmente no empecé a conocer a Buruaga hasta que se hizo tabernero. Era bastante más joven que yo y por eso mis relaciones con él habían sido raras, las que se derivan de celebraciones más o menos etílicas, y por eso mi imagen de Roberto (Rober) Buruaga estaba distorsionada por el espejo cóncavo de las borracheras esporádicas, que me lo habían presentado como agresivo y bestial, injusto y temible.
Esa falsa idea que yo tenía de él fue transformándose poco a poco a medida que lo iba tratando (y en el verano de 2005 tuve la ocasión de tratarlo bastante, ya que se hizo concesionario, tras una pública subasta, de la gerencia y mantenimiento de la piscina de Basques, una de cuyas tareas más importantes consistía en atender el bar ). Esa imagen cambió radicalmente la noche del catorce de agosto.
Esa noche Abel estaba en el bar de la piscina bebiendo gluglúes, es decir, enormes jarras de cerveza que lo sacaban de su timidez natural y de su tristeza congénita y que al final lo transportaban a borracheras tan grandes que le hacían perder el sentido de la vista, el sentido del oído y que acababan sumiéndole en terribles resacas donde la tristeza se hacía aún más sórdida. Abel se acercaba a nosotros como un conejo de monte, siempre preparado para huir, no sea que no se le aceptara, no sea que metiera la pata. Se acercaba a nosotros avanzando un paso y retrocediendo medio, con una sonrisa que pedía perdón por la osadía.
Esa noche Abel había bebido muchos gluglúes pero no había perdido la consciencia, se encontraba eufórico, tan eufórico que cometió el error de acercarse a los de Bremanda, que también estaban borrachos. Pero Abel no sabía que los de Bremanda eran mala gente. Se acercó a ellos e intentó contarles un chiste.
—Era una tía tan fea, tan fea...
—Tan fea tan fea que era como tú.
—Oye, que yo no te he insultao. Sólo quería contarte un chiste.
—Ni chiste ni hostias. ¿Pero quién es este tío? ¿Qué cojones quieres? ¿Eres maricón o qué?
Buruaga lo vio todo, pero no dijo nada. Vio cómo Abel se retiraba, vio cómo se dirigía hacia nosotros con su natural timidez recuperada a pesar de la embriaguez.
—¡Joder! A poco me zumban.
—Ten cuidao con los de Bremanda. Son mala gente.
El equipo de sonido de la piscina sonaba con una estridencia insultante.

Esto sólo es el principio. Si quieres seguir jeyendo, puedes pedirme el resto por e-mail.

Nací en Vitoria. Empecé a escribir pronto. Continué dando recitales poéticos en los sitios más insospechados de Madrid. Después de tres poemarios, dejé la poesía: a casi nadie le interesaba. ¿Cuántos lectores de poesía hay en este país? Escribí algunos relatos. Luego terminé Filología Francesa, hice oposiciones a profesor de Instituto y viví en varios lugares de Andalucía y de Francia.

Se me ocurrió que de mayor querría ser abogado. Hice Derecho, pero cuando lo terminé, cambié de opinión. Había descubierto que la igualdad entre Derecho y Justicia es una de las grandes falsedades a que la humanidad está sometida. Nuevamente quise ser escritor y me puse a ello de nuevo.

He participado en múltiples actividades de todo tipo (demasiadas y demasiado heterogéneas), entre ellas he dirigido (y dirijo) revistas de centros de enseñanza ( La Revista Palabra, Artejaén ).

Me gano la vida como profesor de Francés de la Escuela de Arte "José Nogué" de Jaén. También doy clases en la UNED.

Ponte en contacto conmigo: orruorru@gmail.com