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Aquí os dejo una muestra de lo que voy escribiendo. Muchas obras se desarrollan en el espacio rural de la provincia de Álava, aunque aparecen otros lugares como Jaén o Madrid. Cuando vuelvo al pueblo, a veces me siento como un turista, pero estoy permanentemente, a pesar de que ese universo cambia constantemente. Lo mismo que yo: hoy no soy lo que fui, ni soy lo que seré.

La tienda de la marrana

LA TIENDA DE LA MARRANA
Ella siempre había sido enemiga de los inventos y del agua. Por eso, si algo había en su vida que odiara, era la bañera. Cuando la instalaron, lo pusieron todo lleno de yeso y se tuvo que pasar días y días con la espátula dale que te pego para dejar el cuarto de baño sólo medio limpio. Como le costaba muchísimo trabajo agacharse y más aún levantarse, a causa de su volumen y de su peso, decidió que los moteados blancos que salpicaban el burdeos sufrido de las baldosas del suelo acabarían por oscurecerse y no se notarían. Además allí no entraban más que los de la casa, así que no se iba a matar para dejarlo todo como una patena. Cuando terminó de limpiar, se quedó mirándola como a un ataúd y tuvo el presentimiento de que sería el suyo.
Unos meses después, cuando se vio allí dentro tumbada boca arriba, se dio cuenta de que había acertado en su vaticinio. Ella no quería. Nunca lo quiso. Sin embargo su hija se empeñaba: "que es muy sano, que luego te sientes mucho mejor, es muy bueno para la circulación, no seas tonta". Ella decía que no y que no, pero luego, al cabo, venía su yerno, que era pequeño pero muy bruto, y le decía: "venga señora, que huele usted muy mal, ¿no se da cuenta de que con estos calores no se puede parar al lado suyo?". Ella también se resistía, siempre se negaba. Era mentira que oliera tan mal. Con el grifo del lavabo le bastaba para lavarse la cara y los sobacos (con ayuda de una toalla mojada) y además tenía el vidé para asearse las partes menos fragantes. ¡Lo que le costó decidirse a usar ese chisme! ¡Qué difícil era asentar sus posaderas sobre ese medio huevo de loza tan pequeño, tan bajo y tan frío! Luego ya se acostumbró e incluso se aficionó al chorrito de agua, que le hacía recordar al pajarito engallado de su difunto marido.
Se vio de repente, como por un milagro del diablo, tumbada boca arriba y cubierta de espuma, embutida como una morcilla albina entre las paredes blancas de la bañera, con todo el cuerpo dolorido, sin poder moverse. ¿Se habría roto algún hueso? ¡Menos mal que no se había desnucado!
Poco antes se había lavoteado en el vidé, se había mirado en el espejo y había visto no una vieja gorda como en los últimos años, sino una mujerona de pechos blancos y enormes. Los había amasado entre sus manos y había tenido la tentación, a la cual sucumbió de inmediato sin ninguna culpabilidad. No lo hizo por lavarse (ella no olía mal), sino porque el hecho de meterse en una bañera le producía cierta voluptuosidad. A duras penas puso el tapón de la bañera, cogió un bote de gel comprado por su hija (ella no malgastaba en esas pamplinas) y vertió una gran parte del contenido sobre el fondo. Luego abrió el grifo del agua caliente y la vio caer levantando efervescencias. Cuando estuvo casi llena, después de haber comprobado que la temperatura era la ideal, metió primero un pie y luego el otro, y, sin tiempo para sujetarse, resbaló y se desplomó sobre el fondo desalojando una gran parte del líquido. Al principio no pudo gritar porque una de las avalanchas se le vino directamente sobre la nariz y la boca. Luego, una vez recuperada la respiración, chilló. Y más tarde, cuando advirtió que no podía mover ni los brazos ni las piernas, aulló. Nadie vino en su ayuda.
Estaba presa, como por un milagro del diablo, entre las paredes blancas de la bañera.

Esto sólo es el principio. Si quieres seguir jeyendo, puedes pedirme el resto por e-mail.

Nací en Vitoria. Empecé a escribir pronto. Continué dando recitales poéticos en los sitios más insospechados de Madrid. Después de tres poemarios, dejé la poesía: a casi nadie le interesaba. ¿Cuántos lectores de poesía hay en este país? Escribí algunos relatos. Luego terminé Filología Francesa, hice oposiciones a profesor de Instituto y viví en varios lugares de Andalucía y de Francia.

Se me ocurrió que de mayor querría ser abogado. Hice Derecho, pero cuando lo terminé, cambié de opinión. Había descubierto que la igualdad entre Derecho y Justicia es una de las grandes falsedades a que la humanidad está sometida. Nuevamente quise ser escritor y me puse a ello de nuevo.

He participado en múltiples actividades de todo tipo (demasiadas y demasiado heterogéneas), entre ellas he dirigido (y dirijo) revistas de centros de enseñanza ( La Revista Palabra, Artejaén ).

Me gano la vida como profesor de Francés de la Escuela de Arte "José Nogué" de Jaén. También doy clases en la UNED.

Ponte en contacto conmigo: orruorru@gmail.com